sábado, 26 de julio de 2008

Verdades sin anestesia: irracionalidad al servicio del poder

Se suele relacionar el empoderaramiento de un individuo con un evento magnánimo, fácilmente identificable para cualquiera que preste un poco de atención. La ritualización de este tipo de eventos es común, como sugiriendo que en un acto pueden concentrarse todas las implicaciones de hacerse del poder: hice esto y aquello, pasé por tanto y cuanto y todo, absolutamente todo, se resume en una ceremonia.
Las tomas de protesta, las firmas de contrato, el abanderamiento, el nacimiento de un ser humano, incluso el aplauso masivo, son medidas bastante notorias que se toman en eventos socialmente reconocidos como de apoderamiento. Todo eso en el plano macro, claro está. Las sutilezas, lo tet a tet, eso déjenselo a quien tiene suficiente con sus propios problemas como para además estar lidiando con asuntos de Estado, i.e. los que se ven involucrados en cuestiones de ceder el poder aún sin percatarse de ello.
Quién se pregunta cómo llegué hasta aquí, cómo me vine a involucrar en esto. Mucha gente. A diario. Y es que lo consuetudinario tiende a asentarse en lugares tan invisibles por lo obvios, de uso frecuentísimo que cambios sutiles acumulados terminan por marcar una tajante diferencia sin siquiera haberse percatado de ello. Por eso cuando menos se espera, cuando los pequeños bloques que forjaron ese cambio, esa nueva estructura cuando no el andamiaje, se desgastan o son retirados uno a uno para ser colocados en un nuevo lugar, la sensación que queda durante el proceso es de un estarse vaciando, de cansancio, certeza de que algo falta o se está secando en algún otrora verde sitio de adentro.
Ese preguntarse cómo llegué aquí se debe a que un día cualquiera, a partir de un evento dado, el sujeto se da cuenta que en gran medida su forma de ver ciertas cosas no dependen del todo de él mismo. Cómo así. ¡Tanto ídem! Es decir, es algo que se sabe: el contacto con otros individuos modifica la conducta, pero esta vez se trata de algo más concreto. A saber, un hombre o una mujer de domicilio conocido (¡faltaba más!) súbitamente parecen tener en una mueca más poder que el Parlamento Europeo y una tonelada de uranio enriquecido en manos de un fanático terrorista. De qué se trata, de qué. A qué estamos jugando y por qué.
Para entonces los bloques ya estaban bien asentados en donde tenían que estarlo y el derrumbamiento o desgaste comenzó. Mientras tanto un grupo de personas hace planes que deben ser secundados por muchísima gente para que surtan efecto. Una mano que se retira, con un espasmo, del tacto de otra y. Golpe de estado en algún lugar del mundo. Hecatomb(r)e. Gachez a las claras (Daniel Sada dixit). Respiro hondísimo y a seguirle. Remanentes del golpe: un huequito. El tiempo y la tranquilidad. Pero otro plan muy secundado y consecuente embiste: cómo acaba sutilmente de obviar un comentario encaminado a causar una inminente reacción. Reiterada la actitud ya no es gachez sino doblar campanas, pequeños lutos por pequeñas muertes de tejido: infartitos.
La ceremonia de iniciación al encumbramiento del individuo causante de personales desgracias no puede ser recordada. Pero mentalmente se repiten varias veces al día los pequeños briosos embates. Socarrón despliegue de poder. Las preguntas:
Por qué antes sí y ahora no
Dónde el error
Cuándo la decaída
El golpe de Estado biengracias, eso a quién le importa. Crisis privadas, públicas desocupaciones.
No es racionalmente antojable ceder poder. Es necesario. Sí. Es todo. Algunos votan. Otros se abstienen. Ya sea que se quiera gritar viva la democracia o muera en este preciso momento, en algún punto de la vida se topa con pared: el encontronazo con el ceder de a poco y el parece que no hay más allá.
Probablemente sea el apego lo que hace la diferencia. ¿Cuándo se ha visto a un hombre llorar porque su candidato perdió las elecciones? Menos que más. Derrumbarse por rechazos interpersonales es común.
Es raro cómo cuando accedes directamente (e.g. una elección presidencial), la sutura es indolora. Cuando te acceden (te encaminan y terminas por seguir caminando), cada puntada es un para qué sin respuesta. Un dolor impreciso. En otro lugar del mundo un cambio de gobierno le sucede al golpe y. A otra cosa.

2 comentarios:

anticlimática dijo...

Dios santo, ni escribir correctamente sé.

From the Life and Songs of the Olympian Cowboy dijo...

Pues no entendí. Reescribe entonces Ana, no tiene que ser todo de primera intención. Saludos.