domingo, 27 de julio de 2008

Posible y probable interpretación del discurso nacional

En una sociedad conformada por ciudadanos es de esperarse que un llamado a la unidad nacional sea innecesario pero en el caso de ser requerido, prospere sobre un terreno plantado de organizaciones de la sociedad civil, instituciones varias y un sutil pero necesario egoísmo que lleve a respetar imperativos categóricos básicos.
De una sociedad como la mexicana, no se espera nada. Parece ser que los habitantes de este país requieren de símbolos patrios y héroes nacionales para sentirse unidos. Si aún y con esas figurillas un político les pide que por favor se alíen unos con otros por el bien del país (lo que sea que eso signifique) seguramente es momento de replantearse la trascendencia o, mínimo, la efectividad de dichos símbolos. Para que una recomendación sea planteada, debe darse por sentado que los artilugios encargados de unir al país no están cumpliendo con su cometido.
(Se abre, por lo tanto, el debate a la revaloración de la cejijunta negativa a alterar los símbolos patrios).
La comida, las tragedias amorosas entre clases sociales distintas, el trabajo duro, las idas al estadio, la precariedad de las condiciones en las que viven muchos mexicanos, los programas de televisión abierta y la política tienen un denominador común que clama por salir a la luz: el dolor.
Breviario sobre el dolor:
1) Si no pica no me lo como.
2) Una nueva ola de cineastas están cambiando el panorama, pero las telenovelas continúan plagadas de dolorosas escenas entre amores imposibles por lo pecuniariamente distintos.
3) Reventarse el lomo y no poder contener los caudales salados que corren por los zurcos de la ajada frente, cansa, duele.
4) Vivir en el anonimato sin un peso ni un gramo de sal: inadjetivable.
5) Una programación que produce un horror cansino sintonizada varias veces al día: pavor.
6) Equipos que no hacen más que perder: llanto profuso. Ardor.
7) ¿Antonio Margarito como diputado? Quizá en el PRD. ¿Cinismo constante y sonante? Ahí está el PRI. ¿Moralina trapera? ¡A la derecha el PAN! ¿Prostitutas políticas, succionadores de impuestos y golpistas? Todos los demás partidos. Inminente doblarse del torso, rodillas que tocan el suelo, sudor frío: dios los agarre confesados.
Siete razones que desembocan en una sola conclusión: el dolor es parte de la esencia del mexicano. Tan cierto es que con el tiempo ha desarrollado pequeñas defensas: la amabilidad y la sonrisa como actos de fe, boleto de lotería sin premio. Tanto se regodea en lo doloroso que lo primero que se extraña en un país extranjero es lo picante de la comida; cuando se recurre al alcohol para olvidar los amores imposibles o el pésimo papel del equipo predilecto en el último juego, probablemente se termine hablando de la dolorosa política nacional.
Quizá sea buena idea incorporar el tema del dolor al discurso nacional. De esa manera el mexicano promedio se unirá con sus connacionales y entonces los legisladores respiren el límpido aire y puedan llegar a un acuerdo sobre las urgentes reformas. Después de todo México no es un país de ciudadanos. Profilácticos tu abuela.

3 comentarios:

From the Life and Songs of the Olympian Cowboy dijo...

Esta entrada me gustó (: Nunca se me había ocurrido plantear que ese pedimento de unidad contra otros era tan absurdo. En mi infancia pensaba igual que comer chile era un acto de sadismo y para mis tíos representaba valentía comer y hacer que sus hijos se destruyeran el estómago y tacharme de cobarde por preferir saborear la comida. Luego tuve una novia que, no mames, comía cantidades de chile, en serio que impresionaba. En ella era un acto de placer ese adormecimiento que comienza en los labios y con paso firme de a poco instala en las sienes sudorosas. Tons con ella aprendí el placer del picante. Luego tuve otra que tampoco comía nada y ella aprendió eso de mí, luego ambos dejamos de comer chile y ahora no sé, otra vez, cómo fue un ejercicio placentero. Quizá tiene que ver con mis malestares físicos del presente :P

Adrián Santuario dijo...

Ciudadanía a volar...


Si, señoras y señores, víctimas y verdugos,
gente azul, morada o tricolor;
sí, de verdad, una noche cualquiera
haré un montoncito de cenizas
con mi despiadada y cínica
credencial de elector.

Adrián Santuario dijo...

quiero (queremos) leerte más (seguido)