viernes, 30 de mayo de 2008

Ejemplo de cuando el realismo parece pesimismo

Como ciudadanos normales (quizá habitantes sea más pertinente), por lo general no se tiene ni tiempo ni ganas de hacer algo por mejorar el entorno inmediato (ni qué decir del plano nacional o internacional). Las excusas son lo de menos, lo importante es que sobrevivir, en lugar de vivir, coloca al individuo en un plano por debajo del de los gobernantes, ya que los segundos adoptan el papel de dadivosos señores que, de vez en cuando, hacen cosas buenas por las personas que tienen a bien vivir en la misma ciudad que ellos.

Para vivir la ciudadanía hace falta participar, de lo contrario solamente se sobrevive al diario. Así todo suena muy bien, hasta dan ganas de ser activo. Cuando se dilucidan las complicaciones, las ganas tienden a irse al suelo.

En pocas palabras, no siempre la voluntad de participar es suficiente. En ocasiones es necesaria la existencia de cauces institucionales que fomenten o apoyen esas ganas de hacer algo. El problema de los servicios informales es uno de los temas en los cuales resulta casi imposible actuar desde la ciudadanía.

Esos hombres y mujeres que se plantan con autoridad en buena parte de las calles de cualesquier ciudad y ofrecen “cuidar” tu carro (pero de ellos mismos, porque si no les pagas, ¡cuidado, que habrá consecuencias!) no son entes que se puedan obviar fácilmente. Algunos tienen que ser pagados por adelantado. De los otros quizá quede la posibilidad de huir, pero las más de las veces se acercan cuando un vehículo comienza a arrancar, por lo que salir disparado puede resultar peligroso. Además se las dan de correctos: “no crea que le quiero cobrar de más, sólo lo que es”. Es cierto, el deber ser y la prestación informal (e ilegal) de servicios son uno mismo.

En uno de sus más conocidos textos, Hernando de Soto deja en claro que no todo el comercio informal es ilegal. Claro que al ciudadano que tiene que dejar su carro en manos de estas personas eso no le interesa en lo más mínimo. Aunque sí le atañe. Pero entonces, ¿qué hacer? Por lo pronto, seguir manteniendo a esas personas o sufrir las consecuencias. En el corto plazo los ciudadanos no pueden hacer nada. Las soluciones que propone el mentado autor para la erradicación del comercio informal son bastante atractivas y han sido bienvenidas en algunos países (incluyendo al siempre emprendedor México), pero para eso se requiere de un esfuerzo enorme desde la administración pública, no desde la ciudadanía.

El plantarse en calles o levantar firmas no sirve de mucho, al menos no mientras la cultura política de avance radique sólo en una de las partes (entiéndase en la ciudadanía y no en el gobierno). El oponerse unipersonalmente a la existencia de “acomodadores” mediante ineficaces técnicas como pisar y huir no hará un gran cambio. Ni siquiera un cambio. Lo que probablemente suceda es que si el prófugo regresa a estacionarse en el mismo lugar en un corto plazo, su carro podría ocupar una visita al mecánico.

Esas piedritas en el zapato no desaparecen por utilizar curitas en el pie. Tienen todo en contra y nada a favor (salvo, quizá, que sirven para alimentar a una familia que no encuentra cómo insertarse en el mercado laboral formal).

Así que la participación ciudadana tiene límites y, en detrimento de todos, existen cuestiones complejísimas (como la informalidad laboral) que exceden las competencias del grueso de la población. Alguien debería empezar a cumplir con sus obligaciones.

3 comentarios:

Guffo Caballero dijo...

Comadrita: Me gustaba su blog anterior porque no faltaba el debate, el aprendizaje, el intercambio de ideas y las ganas de querer apantallar con palabras rimbombantes de los expertos instruidos en el tema que usted planteaba ese día. Pero este blog, me parece más humano, más terrenal; es más: hasta puedo hablarte de tú, joi joi joi. Saludos y ya no abandones los escritos ni la eseranza ni la lucha ni nada de esas cosas que nos

Adrián Santuario dijo...

hace unas semanas, Pedro Miguel
escribió la siguiente divertidísima oda para un franelero que dormía sobre el carro que había jurado defender:

Salud a ti, que duermes
entre el sol y el cemento
y resistes el ruido
del hormiguero urbano,
la mentada de madre
de los clasemedieros
y el ‘qué dirán’ de todos
los que te ven y pasan.
Salud a ti, que sueñas
y defiendes tu sueño
del calor de la tarde,
de la nube imprevista,
de la extorsión segura
del agente de tránsito.

Salud a ti, que huelgas
a media contingencia
y párpados adentro,
descuidando propinas
y descuadrando un cofre;
feo, pobre y jodido
pero libre ante todo.




Porcierto: en referencia al post anterior, tenía una referencia en la que Kepler comparaba de forma similar la libertad con una figura geómetrica, en cuanto lo encuentre de nuevo te lo hago llegar.


saludos.

israel dijo...

supongo formo parte de este comercio informal del q' hablas, ya q' al ofrecer un espectaculo mientras esperas en el auto a q' el semaforo cambie del rojo al verde, yo me planto frente a ti y juego (trabajo) con los golos. segun yo, mi forma de ganar dinero no es ilegal, pero la placa me ha hecho pensar lo contrario, de 12 en 12 ya van varios pares, q' por q' "obstruyes las vialidades" (no, mames el semaforo esta en rojo), q' por q' "molestas a la gente" (...aja, y por eso me dan dinero, por q' les molesta q' les ofrezca un divertimiento q' los hace descansar un poco su vista del hermoso paisaje urbano q' el ayuntamiento construye para el ciudadano), q' opinara de Soto? me obligas a preguntarme. igual y me doy una ojeada por tus libros de politica.

por mi parte puedo apelar a un cierto de inocencia en los reclamos q' se hacen a los tipos q' "cuidan" tu carro. al terminar de jugar, y caminar entre los autos, no me da por exigir, el q' da va a dar por q' le gusto y si, no pos q' mas da, ni tomaria acciones en contra de aquel q' no me da algo, como tu dices, es complejo el asunto pues. cuidate.